viernes, 20 de agosto de 2010

Caminar los sueños

La rutina es un papel de lija que desgasta las ilusiones.

Demasiadas veces lo cotidiano nos conduce a la monótona repetición de conductas, conversaciones y escaramucillas sin vuelo que transforman las hojas de nuestro calendario en un libro sin texto.

Por el contrario, las ilusiones conseguidas son aquellas que quedan impresas para siempre en el libro del mejor recuerdo, esas épocas en las que tomamos conciencia de que el auténtico nivel de vida no lo da ni depende del dinero, sino de la felicidad, ese sentimiento que surge cuando lo soñado y lo vivido transcurren paralelos como los raíles del ferrocarril.

Por eso siempre hay que llevar una doble vida: la despierta y la soñada.
La vida despierta es ese obligado aterrizaje en el suelo duro que nos conduce a través de caminos proyectados por intereses ajenos, cuanto más masivos más semáforos, radares, velocidades limitadas y direcciones prohibidas.

La vida soñada es la que nos impulsa a salir de lo establecido y nos anima a idear, imaginar... elevarnos para buscar nuestros propios horizontes.

En una vida completa, soñar y caminar son vasos comunicantes, porque el ave no puede estar siempre volando, pero alzarse le permite divisar, entender y, por qué no, ambicionar otros panoramas.

En el suelo reposa lo conocido y cotidiano; en el vuelo despega el sueño y la sana ambición.

La felicidad es caminar los sueños.

lunes, 2 de agosto de 2010

LA MORENITA.

Había pasado todo el día con su mamá, en un gran almacén.
Esa bella morenita, con cara preciosa, clara imagen de la inocencia,
no debe de haber tenido más de 6 años.

Cuando se disponían a abandonar el almacén, llovía a cántaros.
Aquella clase de lluvia que, cuando cae tan fuerte, no logras distinguir la distancia entre una gota y otra... ni siquiera las ves golpear el suelo...

Todos nos quedamos frente a la puerta, resguardados de la lluvia.
Esperábamos, algunos con paciencia, y otros irritados porque la naturaleza
les estaba estropeando su prisa rutinaria.

Siempre me ha encantado la lluvia.
Me pierdo ante la vista de los cielos, lavando la suciedad y el polvo de
este mundo.
Al mismo tiempo, los recuerdos de mi infancia, corriendo bajo la lluvia,
son bienvenidos como una forma de aliviar todas mis preocupaciones

La voz de esta chiquita era muy dulce, y rompió mi trance hipnótico con esta inocente frase:

"Mamá, corramos a través de la lluvia".
"Mamá, corramos a través de la lluvia".
"Sí, mamá... Corramos a través de la lluvia".
"No, mi amor... Esperemos a que pare la lluvia", contestó la mamá pacientemente...

La niña esperó otro minuto, y repitió:
“Mamá, corramos a través de la lluvia"

Y la mamá le dijo:
"Pero si lo hacemos, nos empaparemos..."

"No, mamá, no nos mojaremos.
Eso no fue lo que le dijiste esta mañana a papá..."
Tal fue la respuesta de la niña, mientras hablaba del brazo de su madre...

"¿Esta mañana? ¿Cuándo dije que podemos correr a través de la lluvia,
y no mojarnos?"

"¿Ya no lo recuerdas?
Cuando hablabas con papá acerca de su cáncer, le dijiste que si Dios nos
hace pasar a través de esto, puede hacernos pasar a través de cualquier cosa".

Todos nos quedamos en absoluto silencio.
Juro que no se escuchaba más que la lluvia.
Nos quedamos parados, silenciosamente.
Nadie entró ni salió del almacén en los siguientes minutos.
La mamá se detuvo a pensar por un momento acerca de lo que debería responder.
Este era un momento crucial en la vida de esta jovencita, un momento en el que la inocencia y la confianza podían ser motivadas, de manera que algún día florecieran en una inquebrantable fe...

"Amor, tienes toda la razón.
Corramos a través de la lluvia.
Y si Dios permite que nos empapemos, puede ser que Él sepa que necesitamos una lavadita"...
Y salieron corriendo...

Todos nos quedamos viéndolas, riéndonos mientras corrían por el estacionamiento,
pisando todos los charcos.

Por supuesto que se empaparon, pero no fueron las únicas...

Las siguieron unos cuantos que reían como niños mientras corrían hacia sus autos.

Sí, es cierto, yo también corrí.
Y sí, también me empapé... seguro Dios pensó que necesitaba una lavadita.

Las circunstancias o las personas pueden quitarnos nuestras posesiones materiales,
pueden llevarse nuestro dinero, y pueden llevarse nuestra salud.
Pero nada ni nadie puede quitarnos nuestras más valiosas posesiones:
NUESTROS RECUERDOS.
Así que no olvides tomarte el tiempo y la oportunidad de llenarte de recuerdos cada día.

“Cada memoria es un ladrillo que construye mi vida”.

De vez en cuando, toma tu tiempo para correr a través de la lluvia:

TÓMATE TU TIEMPO PARA VIVIR!