Vamos a recargar
energía a los surtidores de la vida y cada vez nos sale más cara.
La energía de la
sonrisa fue racionada. Aquellos chistes, paradas de camino, fueron limados por
la urgencia y la impuesta presencia.
La energía del
abrazo multiplicador de sentires fue distanciada por un airbag con interés
flotante a meses vista.
La energía de la
mirada cómplice, ese pegamento instantáneo y animal de las neuronas abiertas,
fue opacada por lentillas plásticas de futuros coloreados antes de ser vividos.
La energía de las
palabras sin filtro, aquella que reclama el cerebro y el alma, fue filtrada por
el ecualizador de la voz en off del interés y el temor.
La energía que
nace de la urgencia del instinto y se macera en los apacibles óleos del dar sin
esperar se fue disolviendo entre los pedos de los cuatro imbéciles mundiales
que de tanto pensar con su culo quedaron incapacitados para elevar sus ideas al
nivel de sus cerebros.
¡Qué magnífica
época ésta para cargarse de energía propia! Para construirse sin esperar, para
ser sin depender, para sonreír ante la ocurrencia que brota de la observación y
el contraste, del compartir desde el sentir y del gozar desde el desacompasado
estar.
Afortunadamente,
cada vez interesan menos las energías de vendedores de liberaciones con nuevas
sumisiones, porque no tienen puñetera idea de cómo vendérnoslas.
¡Somos
nosotros los que estamos en huelga!