La función básica de los zapatos es la de permitirnos caminar sin lesionarnos los pies. Sin ese peligro y con una temperatura ambiente agradable, muchos pasaríamos el día descalzos, igual que hacemos en la playa, el mar, la piscina o en casa.
Por eso la razón de ser del zapato radica en la suela. Desde la más ligera sandalia hasta el más glamuroso botín la necesitan, porque sin suela no hay zapato.
¿Se imaginan que un zapatero diseñara zapatos sin suela? ¿Que en su escaparate exhibiera modelos tan atractivos que dieran ganas de entrar y comprarlos hasta que al probarlos descubriésemos tan tremenda carencia? ¿Que para venderlos nos asegurase que con sus zapatos conoceríamos una extraordinaria comodidad y elasticidad, además de un andar más ligero, omitiendo que carecían de tan importante pieza?
Hay que vigilar por donde se camina, pues siempre habrá más de un zapatero dispuesto a vendernos zapatos sin suela. Son aquellos que prometen dar sin saber si pueden; si lo hacen por ilusión son ilusos, y si lo hacen para conseguirnos, timadores. Son los que construyen casas en el aire, porque no saben lo que es crear cimientos. Son los de la malicia recalcitrante o los del cándido buenismo, porque ambos sobrepasan los límites de la decencia cerebral.
¿Conoces a algún zapatero que venda zapatos sin suela? ¿Conoces a alguno? ¿Conoces a alguno? ¿Conoces a alguno?
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