martes, 4 de agosto de 2009

EL TREN EN EL QUE NUNCA VIAJÉ.

En la estación del tren me gustaba entrar al andén y ocupar un lugar en la banca larga que se encontraba en el centro del mismo, su tamaño permitía que siempre hubiera un lugar reservado para mi, y por lo regular era en medio de ella, sitio por demás privilegiado, ya que me permitía una mejor observación de los pormenores que acontecían.

Debo confesar que si llegaba a ese lugar, al principio fue por la comodidad que representaba sentarme ahí a tomar un té que llevaba preparado en mi termo después de los alimentos que consumía en una fonda cercana, esto en las dos horas que me daban para comer en el empleo de oficinista de ese entonces.

Ahí pasaba mi tiempo, viendo los trenes al llegar, pasajeros apeándose y las maneras en que eran recibidos, a los que iban a abordar para emprender su partida y como eran despedidos, gente que llegaba tarde y corrían presurosos tras el caballo de hierro que ya iba a una velocidad considerable, y esas carreras resultaban infructuosas la mayoría de las veces, únicamente en dos ocasiones diferentes celebré tácitamente el logro de esos jóvenes que si llegaron a subir al tren en plena carrera.

Gente que lloraba de tristeza o de alegría, dependiendo si era una despedida o un recibimiento y viceversa, algunas eran desgarradoras, recuerdo esa ocasión en que una niña de aproximadamente 8 años, no quería dejar que su padre se fuera, la forma en que me pareció ver como en los hombros de ese señor, se notaba una carga enorme y como al volver su vista para ver a su pequeña, sus ojos estaban inundados de ese llanto doloroso que sólo una gran amargura puede ocasionar, y ella, vio como partía en el tren la persona que amaba tanto y no alcanzaba a comprender el porqué tenía que ser así, como me dieron ganas de correr y consolar a esa pequeña que se quedó tan confusa llorando y preguntándole a su mamá del porqué su papá se había ido, y la señora la abrazaba y le decía que era por el trabajo, pero que pronto volvería o ellas irían a donde él estaba, que tuviera paciencia y que ya no estuviera así, al irse del andén, pasó frente de mi y le brindé una sonrisa que tal vez le serviría de calmante, al menos eso pensé.

Es increíble como la fuerza de la costumbre y al estar enmedio de ese marasmo de sentimientos encontrados, se van haciendo parte de uno mismo, y puedes pasar de ser un simple observador, a un participante como fue mi caso, de todos esos sentimientos que se liberaban y se convertían en una energía extraña pero muy pura y que te envuelven misteriosamente.

El número de las tardes en que estuve presenciando esas cosas que se hicieron habituales, no puedo decir cuantas fueron, pero una tarde de lluvia llegué y me enteré que al siguiente día, la estación cerraría definitivamente, el servicio de ferrocarril dejaría de funcionar, mi sorpresa al recibir esa noticia acompañada de una tristeza tan grande, equiparable a cuando pierdes a un ser muy querido y especial en tu vida, creo una confusión y angustia momentánea pero que a la fecha me sigue acompañando, una amargura porque no aproveché cierto mensaje que por querer ser solamente un observador, no hice caso, nunca fui uno de los pasajeros de esos trenes, y dejé pasar esa oportunidad, cuantos de nosotros pensamos… algún día, haré esto o aquello, y de repente te cierran la estación.

Hoy en día ya no estoy en ese empleo, paso muy esporádicamente por ese lugar que fue refugio de mis momentos libres para disfrutar mi té, eso se convirtió en un amor que también me abandonó, así es como lo sentí en su momento, sin embargo hay que seguir en el camino, la banca, los trenes, las vías los durmientes y los pasajeros ya no son parte de mi vida, pero son una serie de historias inconclusas que ya forman parte de mis recuerdos.

1 comentario:

CAZADORA dijo...

Amigo Beto..
La vida y las historias se construyen a base de experiencias , ya sean propias o las que van girando a nuestro alrededor pero todo nos va aportando enzeñanzas y con el paso del tiempo se tornan a recuerdos, aveces gratos aveces no tanto, pero queda la nostalgia de las epocas pasadas...y seguimos avanzando a manera de que todo lo vivido nos pueda hacer mejores seres humanos..

Lo Felicito por tan hermoso narracion..Dios te bendiga

que tengas un hermoso dia amigo Beto