Los éxitos, estimulan; los errores, enseñan. Sin embargo, durante aquella infancia en la que día tras día fuimos grabando el disco duro de nuestras neuronas, mientras éramos instruidos para lograr el éxito, se nos reprimía ante las lógicas travesuras y descontroles de quienes lo tienen todo por aprender.
Nos escondieron la profunda lección de superación y mejora que se esconde detrás de cada error. Nadie nos impartió esa asignatura, la de la cultura del error, que enseñase la sabia costumbre de debatir sobre nuestras equivocaciones, sus razones y consecuencias. Faltó la reflexión que grabase en nuestro cerebro los estímulos para superarnos y ser más precavidos, despiertos o sensatos.
Y así crecimos, con un potente freno en el cerebro: el miedo a aceptar la equivocación.
Una evidencia de la creatividad de vuelo gallináceo es el inmenso surtido de justificaciones, mentiras, tretas, endosos y estupideces que unos inventan para no admitir sus propios errores, unido al inmenso surtido de incomprensiones, soberbias e incluso violencias de quienes tienen que aceptar las consecuencias de un determinado fallo.
El error es una caída, y lo único que consigue levantarnos es su aceptación. Cuando no lo hacemos, seguimos en el suelo; si además insistimos, nos enterramos en vida.
La inteligencia constructiva es aquella capaz de reflexionar sobre los motivos ajenos cuando difieren de los propios.
Nos escondieron la profunda lección de superación y mejora que se esconde detrás de cada error. Nadie nos impartió esa asignatura, la de la cultura del error, que enseñase la sabia costumbre de debatir sobre nuestras equivocaciones, sus razones y consecuencias. Faltó la reflexión que grabase en nuestro cerebro los estímulos para superarnos y ser más precavidos, despiertos o sensatos.
Y así crecimos, con un potente freno en el cerebro: el miedo a aceptar la equivocación.
Una evidencia de la creatividad de vuelo gallináceo es el inmenso surtido de justificaciones, mentiras, tretas, endosos y estupideces que unos inventan para no admitir sus propios errores, unido al inmenso surtido de incomprensiones, soberbias e incluso violencias de quienes tienen que aceptar las consecuencias de un determinado fallo.
El error es una caída, y lo único que consigue levantarnos es su aceptación. Cuando no lo hacemos, seguimos en el suelo; si además insistimos, nos enterramos en vida.
La inteligencia constructiva es aquella capaz de reflexionar sobre los motivos ajenos cuando difieren de los propios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario