¿Qué dice? ¿Me interesa? ¿Lo critico? ¿Lo valoro? ¿Lo apruebo? ¿Lo rechazo? ¿Me conmueve? ¿Quién demonios escucha? ¿Por qué cuesta tanto entender a los otros?
Parece ser que la vida, después de irla viviendo, sufriendo y al final aceptando y bailando, nos enseña que todo tipo de convivencia pasa por entender. Pero, ¿cómo se entiende, si antes no se escucha? Hay muchos oídos y poca escucha. Escuchar es abrir nuestras ventanas internas dejando de lado los preconceptos o prejuicios. Escuchar no es tratar de que lo que oímos esté en consonancia con nuestros conceptos, o nuestro Yo más íntimo. Sí, aunque nos cueste asumirlo, hay que entender que los seres humanos somos variopintos, y es en esa diferencia donde reside la gran riqueza. ¿Dónde, pues, está la asignatura que nos enseñe a entender?
Somos animalitos tratando de sobrevivir en un mundo complejo. Estamos cargados de miedos, expectativas, ganas de ser y demostrar, de amar y ser amados. Creamos perfiles, muchos de metacrilato, con el único objetivo de ser aceptados por una sociedad que se rige por modelos relamidos que continúan teniendo éxito, en lugar de afianzarnos en nuestro yo y en comprender las diferencias.
Sólo escuchando de verdad llegaremos a la conclusión de que, al final, todos buscamos lo mismo: ser comprendidos.
Mientras escribo este texto en una cafetería, miro a mi alrededor. Todo el mundo habla; de todos los que "escuchan", sólo veo ganas de hablar…
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