La máquina más maravillosa del mundo, la única capaz de hacer que nos sintamos felices y realizados, no está a la venta. No hay donde comprarla y sin embargo, se lo debemos todo. De ella, que tan sólo pesa alrededor de 1.300 gramos, han surgido todas las ideas que han desarrollado el mundo: la rueda y la electricidad, los aviones y la descomposición del átomo, la sanación de múltiples enfermedades, el arte...
Esta máquina, cuando ha sido utilizada para el bien, ha impulsado el saber y el hacer. Todo lo bueno que hoy nos rodea se lo debemos a su uso digno y responsable.
Y la pregunta es… ¿dónde podemos conseguirla para que nuestra vida sea mejor?
No la busquéis. Lo fantástico es que la llevamos puesta: se llama cerebro.
Nuestro cerebro, el que nos conduce y determina, se va haciendo día tras día desde la observación de lo que nos rodea, y se va construyendo desde el ejemplo de aquello con lo que contactamos.
Observación y ejemplo son las únicas fuentes de nuestro saber; los únicos alimentos de nuestro cerebro. Por eso es tan importante conducirlo hacia donde haya más ejemplo de vida constructiva; no hay mayor pérdida de tiempo que aquella en la que se nos despista el cerebro.
De tantos miles de años de saber heredado, hoy sólo nos quedamos con lo bueno: Y de nuestro hoy, en 100 años, los que nos sucedan... ¿sabéis qué es lo único que les interesará? Lo que les ayude a vivir mejor. Eso será todo.
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