jueves, 7 de agosto de 2014

Caminar los sueños


Demasiadas veces lo cotidiano nos conduce a la monótona repetición de conductas, conversaciones y escaramucillas sin vuelo que transforman las hojas de nuestro calendario en un libro sin texto.

Por el contrario, las ilusiones conseguidas son aquellas que quedan impresas para siempre en el libro del mejor recuerdo, esas épocas en las que tomamos conciencia de que el auténtico nivel de vida no lo da ni depende del dinero, sino de la felicidad, ese sentimiento que surge cuando lo soñado y lo vivido transcurren paralelos como las vías del tren.

Quizá hay que llevar una doble vida: la despierta y la soñada.

La vida despierta es ese obligado aterrizaje en el suelo duro que nos conduce a través de caminos proyectados por intereses ajenos, cuando más masivos más semáforos, radares, velocidades limitadas y direcciones prohibidas.

La vida soñada es la que nos impulsa a salir de lo establecido y nos anima a idear, imaginar… elevarnos para buscar nuestros propios horizontes.

En una vida completa, soñar y caminar son vasos comunicantes, porque el ave no puede estar siempre volando, pero alzarse le permite divisar, entender y, por qué no, ambicionar otros panoramas.

En el suelo reposa lo conocido y cotidiano; en el vuelo despega el sueño y la sana ambición.

La felicidad es caminar los sueños

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