Todo lo llevamos metido y puesto en la cabeza. Las alegrías y las esperanzas, los disgustos y las incomprensiones, el amor, la amistad, el miedo, la razón y la emoción. Nuestro cerebro nos conduce, nos gana y nos pierde. Somos mentes inteligentes prolongadas en biologías mecánicas.
Ahora, y una vez más sin nosotros haber hecho nada para provocarlo, en nuestras cabezas se ha introducido un peso nuevo, lastrante y corrosivo, incontrolable y degradante: la crisis. Y el gran peligro de toda crisis, más que sus consecuencias visibles y palpables, es cómo se instala, nos orada y oxida. Si no nos autoeducamos para superar tanto ruido, unas veces ambiental y otras real, nuestro cerebro hoy pesará peor que ayer pero menos que mañana.
Mientras que los que nos empujaron al pozo no nos lancen la cuerda que nos ayude a salir, sólo nos queda una cosa: tratar de hacer más llevaderos los días.
"Hacer llevadero" es una expresión pócima contra el sobrepeso cerebral: acepta que soportarlo es inevitable pero marca la actitud de aligerarlo. Y como todo está en la cabeza, cuando se aligera la tensión empieza a asomarse la distensión.
Modestamente, quisiera sugerir a todos los medios de comunicación que potencien dos temas: el humor y la propagación de noticias humanamente positivas, que de haberlas haylas y muchas. Soy más que consciente que en momentos tan pesados suenan a ligereza. Por eso.
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